Freitag, Dezember 10, 2004

Xmucané

Este es el cuento del joven Tohil, quien a la edad de veintinueve años decidió dejar de existir. había que encontrar alguna forma espectacular a desaparecer en tributo a aquel amor que le llenaba los ojos y le vaciaba el alma. Tohil era un gran ayunador y tenía una gran tristeza en el corazón. Contemplaba cada día los atardeceres, le gustaba ver caer al sol, a quien respetaba como un gran trágico, pues sabía morir de mil maneras. Lo había visto caer al oceano... caer como un enorme escudo de oro arrojado por algun titán desde la cúspide más alta, Lo había visto hundirse en las olas con la augusta majestad de un soberano. Lo vió expirar a veces, lánguido y despidiendose de todos poco a poco, como un poeta enamorado y joven convirtiendo el cielo en lago azul y las nubes en encajes de las faldas de su amada... Otras tardes lo vió morir herido desangrándose, en revuelto oceano purpura y otras en agonía lenta y tranquila, contemplando amorosamente a la pálida luna vestida de blanco. Así acudía cada tarde a verle morir , a ver si de alguna de esas muertes aprendía el verdadero significado de no existir a gracia de la soledad. Tohil tenía respeto a la mar y nunca la considero aliada, aunque siempre estaba al lado de ella.
Una tarde vió morir al sol de la forma más espectacular e impresionante que jamás había visto, lo vió disolverse en las aguas de la mar pintandolas de mil tonos rosados abriendose como labios sedientos a más agua... era increible la belleza y el placer que esta imagen le produjo que decidió agregarse a tal espectaculo olvidando sus sinsabores para con el agua dejandose revolcar por las olas sin temor alguno, se envolvió en los labelos del agua, en los labios de la mar, en los brazos de su amada, de su madre y de todas las mujeres que habian pasado por su existencia... se sintio parte mar , parte sol, la integración fué casi total, se sintió de pronto jalado por un rayo integro del sol, salió escupido por aquellos labios rosados carnosos de olas. Tohil miró al cielo y sintió una fuerza maravillosa pronunciada por la leve luz del crepúsculo, miró a la mar como a su madre, la besó largo y en silencio viéndola escurrir por entre sus dedos. Miró hacia el cielo y vió como la vida sigue al sol porque el sol es su padre.


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