Hoy sólo hablo con las sombras
pues ni fantasmas me acompañan
y mi nombre se vistió de cristo.
Invisible, asesinaré mis pensamientos
sin más ganas de revolcarme
desnuda en las verdades opulentas
ni en las enramadas del presente
ni en las cavernas de las brujas
aún ocultas detrás de las montañas.
Para siempre perdida en las penumbras
como cuervo venderé lo que me gusta
y cubriré mi lengua de semillas nuevas.
Después sólo hablaré tu nombre
aunque me venga el dolor enorme
detrás de las mandíbulas
por abrir tanto la boca por donde saldrá
sublime tu color azul y
mi cielo de abundante cabellera.
Aunque me parta los dientes,
de tanto nombrarte,
pierda la respiración y luego
lentamente la conciencia,
surgirás de mi piel oscura y vacía
formado ya de carne hueso y sangre
para compartir nuestro silencio
y entender las ausencias nuevas
de un modo parecido a los alientos.