Llamado por una voz de paz
camino solo
sobre sangre y pedazos de sueños,
por estos campos triturados
por el olvido,
por el odio.
Debajo de piedras y escombros
como un perro afanado,
quito cada uno de los restos
de una vida
que ya no veo,
que ya no siento
y aún escarbo cada vez
más profundo
sin importar las llagas
de mis manos...
No hay sentido y
descubro sólo que
el dolor verdadero está
en mi impotencia.
¿Cuántos gritos más
tengo que escuchar?
¿Cuánto tiempo más
aunque duela,
aunque ensordezca?
¿Cómo seguir marchando
cada día a través
de estos campos
de gritos
de estas montañas
de soledad
de esos mares
de llantos
si cada día tropiezo
con un pedazo de sueño
de algún niño
que queda flotando
como voz de auxilio?
Y las lágrimas que
salen de un dolor del pecho
desgarran mi conciencia
y más ahogan mi vacío.
No logran nada, ya
no puedo pensar
y mucho menos salvar.
Hoy la carne me aprieta hasta los
huesos de dolor
de impotencia.
Tan sólo me queda esperar.
Los ángeles
también tienen su fin
y el mío ha sido
de guerra.
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